lunes, 29 de octubre de 2007

Carta a Juan Antonio Cebrián

Querido Juan Antonio Cebrián:

Ahora que el tiempo empieza a apaciguar mi dolor soy capaz de empezar esta carta.

He leído tantas condolencias, tantas hermosas despedidas llenas de admiración por ti, que empiezo mi carta con la convicción de que nada de lo que escriba será original ni estará a la altura que tú te mereces.

No tuve el privilegio de conocerte en persona, ni de hablar contigo, ni siquiera te mandé un e-mail en su día (de lo que me arrepentiré siempre), pero tu voz me ha acompañado durante muchas horas, haciendo má llevaderas mis noches de trabajo o de insomnio.

¡Que placer cuando llegaba la noche y oía la sintonía de tu programa! Era el principio de uno de los mejores momentos de la semana. Saber que, por el simple hecho de escucharte, formaba parte de una comunidad de personas que te escuchábamos casi con devoción. Eras nuestro maestro.

¿Cómo es posible que alguien consiguiera desde sus programas de radio formar parte fundamental de la vida de sus oyentes?

Los cientos de programas tuyos que tengo grabados ahora han dejado de ser archivos de sonido y son ya joyas de la radio, exponentes de una época no tan larga como tu familia y todos tus oyentes hubiéramos querido, pero fructífera a más no poder.

Querido Juan Antonio; tu eres una de esas personas, que no abundan y que en su paso por la vida, hacen de este, un mundo mejor.

Sólo hay una cosa que me ayuda a sobrellevar mi tristeza... saber que desde que te fuiste dejaste de ser persona para convertirte en leyenda.

FUERZA Y HONOR, MAESTRO CEBRIAN.

PS.- Silvia y Alejandro: la vuestra es una pérdida inmensa, por favor, dejad que los miles de "amigos" que Juan Antonio ha dejado os ayudemos un poco a soportar vuestra carga de dolor.