Texto original de Rafaél Méndez en "El País"
España se suma a la corriente para frenar la contaminación - Fabricar una alternativa a partir de la patata puede encarecer el tubérculo.
Vivimos sepultados en plástico. En España se distribuyen al año 10.500 millones de bolsas de plástico, lo que supone que cada español recibe anualmente 238. Y lo que es peor: apenas se reciclan. Sólo un 10% acaba en el contenedor amarillo, donde pueden ser reutilizadas. La mayoría termina en vertederos, pero también en el mar, donde atrapan a las tortugas, o en el campo, donde duran hasta un siglo. Cada bolsa emite unos cuatro gramos de CO2 en su fabricación, así que todas las que se distribuyen en España emiten 441.000 toneladas, un 0,1% del total nacional.
Pero eso se va a acabar. Las bolsas de plástico tocan a su fin. El uso de derivados del petróleo para fabricarlas, las décadas que tardan en degradarse y la conciencia ambiental hace que, desde Pekín a San Francisco, se estén tomando medidas para combatir su uso indiscriminado. La bolsa de almidón de patata está llamada a sustituir al plástico, pero su generalización puede provocar el mismo efecto que los biocombustibles: el encarecimiento de los alimentos.
En España, la Generalitat de Cataluña estudia prohibir que se regalen en las tiendas. El 1 de enero de 2002, Irlanda impuso una tasa de 15 céntimos de euro por cada bolsa, y el mes siguiente, el consumo se redujo un 90%, aunque más tarde se volvió a generalizar. Volvieron a subir el precio.
El Ministerio de Medio Ambiente ha enviado a la patronal del plástico, a las grandes superficies y a los ecologistas un borrador del Plan Nacional de Residuos con el que quiere reducir a la mitad el consumo de bolsas de plástico antes de 2009 y "prohibir las bolsas de plástico de un solo uso no biodegradables no más tarde de 2010".
Por bolsa de un solo uso se entiende aquella de mala calidad, la que dan en los hipermercados, que es rugosa, o en las tiendas pequeñas. La que sale volando y que difícilmente se puede reutilizar parar depositar los restos de basura.
El ministerio prevé para ello "campañas de concienciación ciudadana e instrumentos de carácter económico": cobrar por las bolsas, como ya hace obligatoriamente la cadena de supermercados Dia y como ofrecen de forma voluntaria superficies como Alcampo.
La idea parece escasa para los ecologistas. Leticia Balsega, responsable de la campaña de Residuos de Ecologistas en Acción: "Se puede hacer de la noche a la mañana. No es que tengas que preparar a la población, ni que la gente vaya a tener problemas si le quitan la bolsa y tiene que llevar una de casa o utiliza una cesta o una mochila". La patronal del plástico ha reaccionado airada a la propuesta, que acaba de concluir el periodo de alegaciones y es aún un borrador, aunque Medio Ambiente prevé aprobarlo antes de que acabe la legislatura.
"Es excesivo, drástico y negativo. Las bolsas no son malas para el medio ambiente, lo malo es el mal uso que se hace de ellas", sostiene Enrique Gallego, director general de la Confederación de Empresarios de Plásticos (Anaip). La asociación agrupa a unas 300 empresas que dan empleo a 5.500 trabajadoras. España es el primer productor europeo de bolsas de plástico.
Gallego está escandalizado de que se puedan prohibir las bolsas de un solo uso y anuncia que, si el Gobierno retira su plan, los fabricantes se comprometen a cambiar aquellas que usamos a diario. "Estamos diseñando unas más grandes, más resistentes y de mayor calidad para que todas sean así y se puedan reutilizar. Que sean bolsas que no se vuelen con el viento, que no se vean enredadas en un árbol".
La intención de los fabricantes de plásticos es que las nuevas bolsas sean más grandes y quepan en un cubo para que, una vez utilizadas en la compra acaben su vida como contenedores para la basura. Sostienen que esa bolsa sería más cara para ellos (actualmente 1.000 bolsas cuestan 12 euros) pero que asumen el coste. Y que, con esta medida, de paso frenarían la entrada masiva de bolsas desde Malaisia y China, que en los últimos dos años se ha disparado. Si no se acepta su sugerencia, auguran despidos masivos. "Podrían perder su empleo hasta 3.000 trabajadores", sostiene Gallego.
Otro de los sectores más implicados, las grandes superficies también se oponen. Una portavoz de la Asociación Nacional de Grandes Empresas de Distribución (ANGED) explica que su posición es fomentar la reutilización y el reciclaje mediante campañas de concienciación y la distribución de folletos. "Si se aprueba lo cumpliremos, pero preferimos la concienciación a la prohibición", señala.
Pero la medida del Gobierno llega precisamente porque la concienciación no está funcionando. El 23 de junio de 2006, los fabricantes y el comercio -grandes superficies y pequeñas tiendas- se comprometieron en la sede del Ministerio de Medio Ambiente a "adecuar el número de bolsas entregadas a los clientes a la cantidad, forma y peso de los productos adquiridos", a "lanzar bolsas reutilizables" y a establecer campañas de concienciación para reducir el uso.
Al calor de ese acuerdo, Alcampo, por ejemplo, creó la caja verde. La cadena de supermercados comenzó a ofrecer bolsas biodegradables con capacidad para resistir hasta 15 kilos de peso al precio de 39 céntimos de euros.
Aparte de estas medidas, un año después, las cajas del supermercado de El Corte Inglés siguen teniendo las bolsas a puñados a mano de los clientes. El ministerio considera que las grandes superficies han cumplido sin cumplir, que no han puesto todo de su parte y que las bolsas son aún demasiado accesibles.
Por eso en febrero del año pasado, cuando presentó el primer borrador, les lanzó un mensaje sobre sus intenciones. Entonces anunció su intención de reducir al 70% las bolsas de plástico por bolsas reciclables antes de 2015. El primer texto no hablaba de prohibir y sí daba un plazo más amplio, pero el ministerio lo ha endurecido.
A su favor juega la concienciación social y la situación internacional. En agosto, alentado por el apoyo social y por la atmósfera que se respira a nivel mundial, el ministerio colaboró en el lanzamiento de una serie de bolsas de tela con el lema Yo tampoco soy una bolsa de plástico, que tuvo gran éxito.
Además, la tendencia internacional en el último año ha ido en esa dirección. La semana pasada, China anunció que va a prohibir que las tiendas den bolsas sin cobrarlas; en noviembre, San Francisco vetó las bolsas de plástico no biodegradables, Londres y otras 80 ciudades británicas también están debatiendo la posibilidad de imponer esta medida. El ministro de Medio Ambiente de Australia y ex cantante de Midnight Oil, Peter Garrett, también ha declarado su oposición a las bolsas de plástico y su intención de prohibirlas antes de 2009. Los anuncios se suceden en esa dirección.
Y es que se han convertido en un símbolo del deterioro ambiental y de lo superfluo. Representan, como los todoterreno, las bombillas incandescentes, el alumbrado navideño o las botellas de plástico, uno de los objetivos de los ecologistas.
La cuestión no es tanto que con estas medidas se vaya a frenar el calentamiento global, pero representan el "cambio en el estilo de vida" necesario para luchar contra el calentamiento que ayer defendió en París el premio Nobel de la Paz y presidente del Panel Intergubernamental de Cambio Climático, Rajendra Pachauri: "Tenemos que cambiar de verdad nuestro espíritu, desarrollar un comportamiento en el que minimicemos nuestra huella ecológica sobre el planeta".
Y en este cambio de estilo de vida, algunos perderán -fabricantes de plástico, todoterreno o bombillas- pero otros ganarán. Es el caso de la empresa zaragozana Sphere. Con 170 empleados fabrica y vende bolsas "biodegradables, reutilizables y compostables", como explica su director general, Alfonso Biel.
La empresa ha diseñado unas bolsas que utilizan almidón de patata. "Se toma el almidón y se le incorporan unos polímeros biodegradables. La bolsa, una vez en la basura se degrada en 90 días completamente", explica Biel. La Expo de Zaragoza o Alcampo las utilizan.
Biel considera que el camino hacia las bolsas verdes ya es imparable: "Dependerá de cómo se legisle, pero a la larga la tendencia está clara. Menos plástico y más reutilización". Estas bolsas, eso sí, son tres veces más caras que las tradicionales.
La asociación que promueve el uso del plástico, Cicloplast, asegura con un estudio que las bolsas no contaminan tanto si se utilizan correctamente -si se usan varias veces y luego se ponen en el contenedor amarillo-. Y sostiene que no hay suficiente almidón de patata para satisfacer la demanda de bolsas y que puede acabar encareciendo el precio. En un fenómeno similar al de los biocarburantes, que han contribuido a elevar el precio de los cereales. "Compartimos que hay un uso excesivo de bolsas y tenemos que ir al uso responsable, pero eso pasa por reciclarlas más", señala la directora general de Cicloplast, Teresa Martínez.
Y es que, aunque hasta ahora las bolsas son gratis para el consumidor, tienen un gran coste ambiental detrás. Usan petróleo y en la fabricación y transporte emiten CO2. Y aunque no se ve, el medio ambiente ya paga esa factura.
España se suma a la corriente para frenar la contaminación - Fabricar una alternativa a partir de la patata puede encarecer el tubérculo.
Vivimos sepultados en plástico. En España se distribuyen al año 10.500 millones de bolsas de plástico, lo que supone que cada español recibe anualmente 238. Y lo que es peor: apenas se reciclan. Sólo un 10% acaba en el contenedor amarillo, donde pueden ser reutilizadas. La mayoría termina en vertederos, pero también en el mar, donde atrapan a las tortugas, o en el campo, donde duran hasta un siglo. Cada bolsa emite unos cuatro gramos de CO2 en su fabricación, así que todas las que se distribuyen en España emiten 441.000 toneladas, un 0,1% del total nacional.
Pero eso se va a acabar. Las bolsas de plástico tocan a su fin. El uso de derivados del petróleo para fabricarlas, las décadas que tardan en degradarse y la conciencia ambiental hace que, desde Pekín a San Francisco, se estén tomando medidas para combatir su uso indiscriminado. La bolsa de almidón de patata está llamada a sustituir al plástico, pero su generalización puede provocar el mismo efecto que los biocombustibles: el encarecimiento de los alimentos.
En España, la Generalitat de Cataluña estudia prohibir que se regalen en las tiendas. El 1 de enero de 2002, Irlanda impuso una tasa de 15 céntimos de euro por cada bolsa, y el mes siguiente, el consumo se redujo un 90%, aunque más tarde se volvió a generalizar. Volvieron a subir el precio.
El Ministerio de Medio Ambiente ha enviado a la patronal del plástico, a las grandes superficies y a los ecologistas un borrador del Plan Nacional de Residuos con el que quiere reducir a la mitad el consumo de bolsas de plástico antes de 2009 y "prohibir las bolsas de plástico de un solo uso no biodegradables no más tarde de 2010".
Por bolsa de un solo uso se entiende aquella de mala calidad, la que dan en los hipermercados, que es rugosa, o en las tiendas pequeñas. La que sale volando y que difícilmente se puede reutilizar parar depositar los restos de basura.
El ministerio prevé para ello "campañas de concienciación ciudadana e instrumentos de carácter económico": cobrar por las bolsas, como ya hace obligatoriamente la cadena de supermercados Dia y como ofrecen de forma voluntaria superficies como Alcampo.
La idea parece escasa para los ecologistas. Leticia Balsega, responsable de la campaña de Residuos de Ecologistas en Acción: "Se puede hacer de la noche a la mañana. No es que tengas que preparar a la población, ni que la gente vaya a tener problemas si le quitan la bolsa y tiene que llevar una de casa o utiliza una cesta o una mochila". La patronal del plástico ha reaccionado airada a la propuesta, que acaba de concluir el periodo de alegaciones y es aún un borrador, aunque Medio Ambiente prevé aprobarlo antes de que acabe la legislatura.
"Es excesivo, drástico y negativo. Las bolsas no son malas para el medio ambiente, lo malo es el mal uso que se hace de ellas", sostiene Enrique Gallego, director general de la Confederación de Empresarios de Plásticos (Anaip). La asociación agrupa a unas 300 empresas que dan empleo a 5.500 trabajadoras. España es el primer productor europeo de bolsas de plástico.
Gallego está escandalizado de que se puedan prohibir las bolsas de un solo uso y anuncia que, si el Gobierno retira su plan, los fabricantes se comprometen a cambiar aquellas que usamos a diario. "Estamos diseñando unas más grandes, más resistentes y de mayor calidad para que todas sean así y se puedan reutilizar. Que sean bolsas que no se vuelen con el viento, que no se vean enredadas en un árbol".
La intención de los fabricantes de plásticos es que las nuevas bolsas sean más grandes y quepan en un cubo para que, una vez utilizadas en la compra acaben su vida como contenedores para la basura. Sostienen que esa bolsa sería más cara para ellos (actualmente 1.000 bolsas cuestan 12 euros) pero que asumen el coste. Y que, con esta medida, de paso frenarían la entrada masiva de bolsas desde Malaisia y China, que en los últimos dos años se ha disparado. Si no se acepta su sugerencia, auguran despidos masivos. "Podrían perder su empleo hasta 3.000 trabajadores", sostiene Gallego.
Otro de los sectores más implicados, las grandes superficies también se oponen. Una portavoz de la Asociación Nacional de Grandes Empresas de Distribución (ANGED) explica que su posición es fomentar la reutilización y el reciclaje mediante campañas de concienciación y la distribución de folletos. "Si se aprueba lo cumpliremos, pero preferimos la concienciación a la prohibición", señala.
Pero la medida del Gobierno llega precisamente porque la concienciación no está funcionando. El 23 de junio de 2006, los fabricantes y el comercio -grandes superficies y pequeñas tiendas- se comprometieron en la sede del Ministerio de Medio Ambiente a "adecuar el número de bolsas entregadas a los clientes a la cantidad, forma y peso de los productos adquiridos", a "lanzar bolsas reutilizables" y a establecer campañas de concienciación para reducir el uso.
Al calor de ese acuerdo, Alcampo, por ejemplo, creó la caja verde. La cadena de supermercados comenzó a ofrecer bolsas biodegradables con capacidad para resistir hasta 15 kilos de peso al precio de 39 céntimos de euros.
Aparte de estas medidas, un año después, las cajas del supermercado de El Corte Inglés siguen teniendo las bolsas a puñados a mano de los clientes. El ministerio considera que las grandes superficies han cumplido sin cumplir, que no han puesto todo de su parte y que las bolsas son aún demasiado accesibles.
Por eso en febrero del año pasado, cuando presentó el primer borrador, les lanzó un mensaje sobre sus intenciones. Entonces anunció su intención de reducir al 70% las bolsas de plástico por bolsas reciclables antes de 2015. El primer texto no hablaba de prohibir y sí daba un plazo más amplio, pero el ministerio lo ha endurecido.
A su favor juega la concienciación social y la situación internacional. En agosto, alentado por el apoyo social y por la atmósfera que se respira a nivel mundial, el ministerio colaboró en el lanzamiento de una serie de bolsas de tela con el lema Yo tampoco soy una bolsa de plástico, que tuvo gran éxito.
Además, la tendencia internacional en el último año ha ido en esa dirección. La semana pasada, China anunció que va a prohibir que las tiendas den bolsas sin cobrarlas; en noviembre, San Francisco vetó las bolsas de plástico no biodegradables, Londres y otras 80 ciudades británicas también están debatiendo la posibilidad de imponer esta medida. El ministro de Medio Ambiente de Australia y ex cantante de Midnight Oil, Peter Garrett, también ha declarado su oposición a las bolsas de plástico y su intención de prohibirlas antes de 2009. Los anuncios se suceden en esa dirección.
Y es que se han convertido en un símbolo del deterioro ambiental y de lo superfluo. Representan, como los todoterreno, las bombillas incandescentes, el alumbrado navideño o las botellas de plástico, uno de los objetivos de los ecologistas.
La cuestión no es tanto que con estas medidas se vaya a frenar el calentamiento global, pero representan el "cambio en el estilo de vida" necesario para luchar contra el calentamiento que ayer defendió en París el premio Nobel de la Paz y presidente del Panel Intergubernamental de Cambio Climático, Rajendra Pachauri: "Tenemos que cambiar de verdad nuestro espíritu, desarrollar un comportamiento en el que minimicemos nuestra huella ecológica sobre el planeta".
Y en este cambio de estilo de vida, algunos perderán -fabricantes de plástico, todoterreno o bombillas- pero otros ganarán. Es el caso de la empresa zaragozana Sphere. Con 170 empleados fabrica y vende bolsas "biodegradables, reutilizables y compostables", como explica su director general, Alfonso Biel.
La empresa ha diseñado unas bolsas que utilizan almidón de patata. "Se toma el almidón y se le incorporan unos polímeros biodegradables. La bolsa, una vez en la basura se degrada en 90 días completamente", explica Biel. La Expo de Zaragoza o Alcampo las utilizan.
Biel considera que el camino hacia las bolsas verdes ya es imparable: "Dependerá de cómo se legisle, pero a la larga la tendencia está clara. Menos plástico y más reutilización". Estas bolsas, eso sí, son tres veces más caras que las tradicionales.
La asociación que promueve el uso del plástico, Cicloplast, asegura con un estudio que las bolsas no contaminan tanto si se utilizan correctamente -si se usan varias veces y luego se ponen en el contenedor amarillo-. Y sostiene que no hay suficiente almidón de patata para satisfacer la demanda de bolsas y que puede acabar encareciendo el precio. En un fenómeno similar al de los biocarburantes, que han contribuido a elevar el precio de los cereales. "Compartimos que hay un uso excesivo de bolsas y tenemos que ir al uso responsable, pero eso pasa por reciclarlas más", señala la directora general de Cicloplast, Teresa Martínez.
Y es que, aunque hasta ahora las bolsas son gratis para el consumidor, tienen un gran coste ambiental detrás. Usan petróleo y en la fabricación y transporte emiten CO2. Y aunque no se ve, el medio ambiente ya paga esa factura.
No hay comentarios:
Publicar un comentario